RUMANÍA 9: Transilvania W (Cluj-Napoca, Alba-Iulia y Sebeş)

20 de octubre de 2012 Este día atravesaríamos la mayor parte de la zona occidental de Transilvania. Por el camino visitaríamos Cluj-Napoca, Alba Iulia y Sebeş, antes de hacer noche en Sibiel, muy cerca de Sibiu, cuya cuidad visitaríamos al día siguiente. Aquel día conseguimos levantarnos temprano y nos dirigimos sin desayunar a Cluj-Napoca, la ciudad más grande de Transilvania y la segunda del país. Aparcar en el centro no es gratis, tuvimos que buscar un quiosco donde vendieran “tichet de parcare”, una tarjeta en la que había que rascar la hora de llegada y te daba derecho a aparcar dos horas (por 3,5 lei).
20 de octubre de 2012
Este día atravesaríamos la mayor parte de la zona occidental de Transilvania. Por el camino visitaríamos Cluj-Napoca, Alba Iulia y Sebeş, antes de hacer noche en Sibiel, muy cerca de Sibiu, cuya cuidad visitaríamos al día siguiente.

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Aquel día conseguimos levantarnos temprano y nos dirigimos sin desayunar a Cluj-Napoca, la ciudad más grande de Transilvania y la segunda del país. Aparcar en el centro no es gratis, tuvimos que buscar un quiosco donde vendieran “tichet de parcare”, una tarjeta en la que había que rascar la hora de llegada y te daba derecho a aparcar dos horas (por 3,5 lei). Una vez cumplido el trámite, entramos a desayunar a una cafetería un tanto “chic”, donde probamos un par de baclava, un pastel de nueces de origen turco un poco empalagoso. La broma nos salió por 24 lei en total.
Con las pilas cargadas nos dispusimos a visitar el centro de Cluj-Napoca. Empezamos por la Piața Unirii, la principal plaza de la ciudad, que está rodeada por casas barrocas como el Palatul Bánffy (que acoge un museo de arte). Nos acercamos al centro de la plaza, donde se alza la estatua de Matías Corvino, el gran rey húngaro que nació en Cluj, prueba del lazo que une esta región con Hungría.
Piața Unirii
Sin embargo, lo que más destaca de la plaza es la Biserica Sfântul Mihail, una gran iglesia gótica del siglo XIV. Lo que más nos llamó la atención fue su alta torre, aunque es su elemento más reciente, ya que se añadió en el siglo XIX. El interior era muy amplio y luminoso. En el centro de la nave había un bonito púlpito, que parecía policromo debido a la luz que lo iluminaba desde las vidrieras de colores.
Biserica Sfântul Mihail
Biserica Sfântul Mihail
Biserica Sfântul Mihail, interior
Biserica Sfântul Mihail, interior
Dejamos la plaza y nos internamos por el Bulevardul Eroilor, una tranquila avenida con poco tráfico ideal para pasear. Sus aceras anchas y sus casitas bajas la convirtieron en una de nuestras calles preferidas en Cluj.
Bulevardul Eroilor
Bulevardul Eroilor
Al final del bulevar encontramos la Piaţa Avram Iancu, una plaza que ocupa el espacio donde se encontraba la antigua muralla. A un lado se hallaba el curioso edificio del Teatrul Naţional, construido a principios del siglo XX. Al otro, a parte del monumento a Avran Iancu, estaba la Catedrala Adormirea Maicii Domnului, una catedral ortodoxa del siglo XX. La zona que habíamos recorrido hasta entonces era de lo mejor de Cluj.
Piaţa Avram Iancu
Regresamos a la plaza Unirii por las calles Mihail Kogălniceanu y Universităţii, que tenían algunas iglesias y casas antiguas sin mucho interés. Al norte de la plaza nos internamos por Strada Matei Corvin, una agradable calle peatonal que en ese momento estaba ocupada por un mercadillo de productos artesanos. Aquí se alza la casa en la que nació Matías Corvino, un sitio emblemático para la comunidad húngara.
Strada Matei Corvin
Entre los puestos de esa calle, nos llamó la atención uno donde vendían kürtős kalács, un dulce creado por la comunidad húngara de Transilvania. Se trata de una masa que se enrolla en un cilindro que se va cociendo encima de unas brasas de carbón. Se le añade azúcar para que al caramelizarse al fuego se forme una capa crujiente entorno de la masa. En nuestro caso, al final se le podía añadir mas azúcar, coco, canela o nueces, y elegimos esto último. Estaba riquísimo, había un gran contraste entre la capa externa caramelizada un poco dura y el interior blando. Medio pastel de estos nos costó 5 lei.
kürtős kalács 
En un par de horas habíamos visto Cluj-Napoca, una bonita ciudad para pasar un rato pero que, en nuestra opinión, no queda a la altura de Braşov o de Sibiu. A continuación cogimos el coche y fuimos hasta Alba Iulia, una antigua capital de Transilvania donde se firmó a principios del siglo XX la adhesión de este reino a Valaquia y Moldavia. La gran mayoría de sus monumentos interesantes están en la Cetatea, la ciudadela construida en el siglo XVIII por los Habsburgo.
Alba Iulia, Cetatea
Llegamos a la ciudadela por la zona oeste donde aparcamos el coche. Nos costó encontrar la entrada al recinto debido a unas obras y finalmente entramos por un lateral. Lo primero que vimos fue la Catedrala Reîntregirii, la catedral ortodoxa construida a principios del siglo XX para la coronación del rey Ferdinand I y de la reina María. La catedral se hallaba encerrada en un edificio de planta cuadrada del mismo estilo. Todo se veía muy nuevo, como recién construido. El interior estaba adornado con frescos y era amplio y, como la mayoría de templos ortodoxos, muy oscuro.
Catedrala Reîntregirii
Catedrala Reîntregirii
Para ver monumentos más antiguos tuvimos que ir hasta la Catedrala Romano-Catolică Sfântul Mihail. Esta catedral del siglo XIV es la más vieja y la más alta de Rumanía, aunque su alto campanario fue construido posteriormente, en el siglo XVIII. El interior nos pareció majestuoso, de estilo gótico, aunque no muy ornamentado. Lo más destacado son las tumbas de varios reyes húngaros, entre las que destaca la de Iancu de Huneodara (padre de Matías Corvino), adornada con varias coronas de flores con la bandera de Hungría.
Catedrala Romano-Catolică Sfântul Mihail
Catedrala Romano-Catolică Sfântul Mihail
Detrás de la catedral hay una gran plaza presidida por la estatua ecuestre de Mihai Viteazul (Miguel “el Valiente” o “el Bravo”, según las versiones), el primer rey en unificar los reinos históricos rumanos durante el siglo XVI. Este hecho se narra en un gran relieve de bronce que hay en el Palatul Princiar, el edificio que hay detrás de la estatua.
estatua de Mihai Viteazul junto a la Catedrala Romano-Catolică 
Al lado de la plaza se alza la Sala Unirii, el gran palacio de la Unificación, donde se firmó el acta por el que se unían los tres reinos rumanos. Se podía visitar la sala y el Museo de la Unificación, pero nosotros no entramos.
Sala Unirii
Continuamos andando hasta la entrada este de la ciudadela, que queda elevada respecto a la ciudad moderna. Para entrar desde este lado hay que franquear dos puertas de aspecto moderno. Desde allí había un gran panorama de la ciudad, que daba más la impresión de un pueblo disperso con muchos árboles entre las casas.
panorámica de Alba Iulia
En una hora habíamos visto lo esencial de la ciudadela de Alba Iulia, la cual encontramos interesante, aunque nos dio la sensación que no habían demasiados edificios antiguos. De forma que cogimos el coche y continuamos nuestra ruta hacia el sur. Como íbamos bien de tiempo paramos en Sebeş, de nuevo en el país sajón. Esta ciudad fue un destacado centro político y comercial de Transilvania durante la edad media, pero su importancia fue decayendo con el tiempo.
Aparcamos el coche y atravesamos a pie la muralla que rodea el casco histórico. El ambiente que se respiraba era el de un típico pueblo sajón, con sus casas bajas, todas perfectamente pintadas de colores. El centro de Sebeş es la Piaţa Primăriei, que está rodeada por algunos de los edificios más antiguos del pueblo, como un par de palacios del siglo XVI.
Sebeș, Piaţa Primăriei
La plaza estaba abarrotada de gente que venía de una boda de la iglesia, la Biserica evanghelică, una de las más importantes de la región en estilo gótico. Pero cuando fuimos verla ya estaba cerrada y no pudimos verla por dentro.
Sebeș, Biserica evanghelică
En Sebeş no nos entretuvimos más y seguimos nuestro camino hasta Sibiel, un pintoresco pueblo cerca de Sibiu. Allí estaba nuestro alojamiento, la Pensiunea Sibiel, donde estaríamos las dos próximas noches. Como había muy pocos huéspedes, nos dieron un apartamento para nosotros solos, con una habitación de matrimonio y otra doble con baño. Lo peor fue la ducha del baño, que perdía agua e inundaba siempre el suelo. Dos noches nos costaron 210 lei con desayuno.
nuestra habitación en la Pensiunea Sibiel
Como era tarde decidimos quedarnos a cenar en la misma pensión, ya que además se veía bastante gente cenando allí. El camarero era muy simpático y nos hablaba en italiano ya que no sabía inglés. Pedimos trucha al horno y costillas de cerdo con cartofi ţărăneşti (patatas fritas con bacon), y de postre unas clatite cu gem (con mermelada). Estaba todo rico y, junto con las bebidas nos costó 69 lei.

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