ARGENTINA 20: Buenos Aires II

16 de enero de 2015 El último día de nuestra estancia en Argentina lo dedicamos a patearnos algunos barrios de Buenos Aires. Empezamos por La Boca y sus inconfundibles casas de colores, también hogar de uno de los clubes de futbol mas importantes del país, Boca Juniors. Después continuamos por San Telmo y sus tranquilas callejuelas y cafés. Acabamos en los barrios de Congreso y de Microcentro, con su célebre plaza de Mayo y la Casa Rosada. Por la noche cogimos el vuelo de regreso, aunque todavía nos faltaría una larga escala en Nueva York. ¿Quién nos lo iba a decir? ¡Era nuestro último día de viaje! Habían sido tres semanas explorando la Patagonia y casi sin darnos cuenta el viaje estaba llegando a su fin.
16 de enero de 2015
El último día de nuestra estancia en Argentina lo dedicamos a patearnos algunos barrios de Buenos Aires. Empezamos por La Boca y sus inconfundibles casas de colores, también hogar de uno de los clubes de futbol mas importantes del país, Boca Juniors. Después continuamos por San Telmo y sus tranquilas callejuelas y cafés. Acabamos en los barrios de Congreso y de Microcentro, con su célebre plaza de Mayo y la Casa Rosada. Por la noche cogimos el vuelo de regreso, aunque todavía nos faltaría una larga escala en Nueva York.
¿Quién nos lo iba a decir? ¡Era nuestro último día de viaje! Habían sido tres semanas explorando la Patagonia y casi sin darnos cuenta el viaje estaba llegando a su fin. Quizás por eso nos costó un poco más de la cuenta levantarnos aquel día. El desayuno era muy espartano, solo leche, café y mediaslunas (que se acabaron en un plis). Nuestro plan era explorar los barrios del sur y centro de Buenos Aires, ya que el primer día del viaje ya habíamos visto algunos del norte (en concreto, La Recoleta y Palermo).
Empezamos nuestra visita por el barrio situado más al sur, La Boca. Pero antes, pasamos a comprar por un locutorio la tarjeta de transportes recargable SUBE, que se puede usar tanto en los buses como en el metro (subte). Como aquel día íbamos a coger muchos transportes, decidimos comprar esa tarjeta, que vale 20 pesos mas lo que quieras de recarga. Para ir a La Boca, en el hotel nos indicaron que lo mejor era coger el bus 64, que tenía parada cerca. Además, nos dejó justo delante de El Caminito, el lugar mas conocido de La Boca. Es una calle donde se han conservado las típicas casas de la clase trabajadora (llamadas conventillos), pintadas con llamativos colores. Debe ser uno de los sitios mas turísticos de Buenos Aires, aunque a aquella hora de la mañana se veía un poco adormilado. Nos encantaron sus casas bajas de madera y chapa y sus estridentes colores, no hay un lugar igual en toda la ciudad. En muchos balcones había figuras caricaturescas de personalidades argentinas, y dos destacaban sobre ellas, el mítico Diego Armando Maradona... y el papa Francisco, del que los argentinos están muy orgullosos. Hay que decir que no todo el barrio de La Boca es como El Caminito, solo hay conventillos en esta calle.
El Caminito, con una estatua del papa Francisco
Casas de colores en El Caminito
Conventillo
Casas con varias estatuas, entre ellas de Maradona y Evita
Conventillos de El Camino
Tras dejar El Caminito, nos acercamos a dar un vistazo a La Bombonera, el mítico estado de fútbol del Boca Juniors. Se podía visitar un museo del club, pero nosotros no estábamos tan interesados. Cerca de la entrada había una especie de “paseo de la fama”, con la huella de los pies de los jugadores mas legendarios del equipo. Y alrededor del estadio los comercios vendían todo tipo de productos para los “xeneizes” (apodo de sus seguidores), e incluso las casas estaban pintadas con los colores azul y amarillo del club.
Tienda con esculturas de Riquelme, Maradona y Palermo
Paseo de la fama de Boca Juniors
Entrada de La Bombonera
Tras una hora en La Boca fuimos a la Avenida Brown para coger un nuevo bus que fuera hacia al norte, para acercarnos al siguiente barrio, San Telmo. Es una de las zonas con mas encanto de la ciudad, con bonitos edificios coloniales y calles adoquinadas. Y su mejor ejemplo nos pareció la plaza Dorrego, que constituye el corazón del barrio. Nos acercamos a ver su mercado, donde se vendían desde alimentos a antigüedades, y que parecía que había conocido tiempos mejores. Otra zona que nos gustó mucho fue la calle Defensa, donde encontramos de casualidad un monumento a Mafalda, pues su creador Quino vivió en aquella zona.
Plaza Dorrego
Típico café bonaerense
Mercado de San Telmo
Monumento de Mafalda
Calle Defensa, San Telmo
Continuando por la calle Defensa entramos en el barrio de Microcentro, cuyo nombre ya lo dice todo. Aquí es donde se concentran todos los edificios mas importantes del país, un verdadero centro político y financiero. Antes de llegar a esa zona, visitamos una iglesia, la de Nuestra Señora del Rosario. En ella se reflejan uno de los hechos mas importantes de la historia argentina: la defensa de la invasión británica a principios del siglo XIX por parte de las milicias locales, abandonadas a su suerte por la corona española. Este hecho insufló tanto ánimo en los argentinos que dos años después el país declaró la independencia. Toda esta zona fue testigo de violentos combates, y en la fachada de esta iglesia se pueden ver las reproducciones de agujeros de proyectiles, ya que los británicos tuvieron que guarecerse en ella.
NS del Rosario, con agujeros de bala en la torre izq.
Un poco más adelante dimos con el verdadero centro de la ciudad, la Plaza de Mayo. Es una plaza grande y agradable para pasear, rodeada de bonitos edificios coloniales. Uno de los mas bellos es el Cabildo, y alberga una interesante exposición que explica la independencia de Argentina. Al lado está la Catedral Metropolitana, que no nos pareció muy espectacular, a excepción de la tumba del general San Martín, el venerado libertador del país. Después paseamos un poco por la misma plaza, y aunque siempre tiene alguna u otra pancarta reivindicativa, no encontramos ningún rastro de las populares madres de la Plaza de Mayo. Al otro extremo de la plaza está la Casa Rosada, la residencia oficial del presidente de la república (en este caso, presidenta, Cristina Fernández).
Cabildo
Tumba de San Martín en la Catedral
Plaza de Mayo
Casa Rosada
Plaza de Mayo desde el Cabildo
Proseguimos nuestro paseo hacia al norte por la calle Florida, una agradable calle peatonal llena de comercios y de vida. En ella hay un montón de cambistas callejeros, ya que actualmente hay una gran restricción a la hora comprar moneda extranjera para los argentinos. En todas partes habíamos leído que no eran de fiar, así que decidimos cambiar nuestros pesos sobrantes mas adelante (aunque ya nos avisaron que podría ser difícil debido a esta restricción).
Luego llegamos a la plaza de la República y a la Avenida 9 de julio, una de las mas anchas del mundo. Aunque tenía muchas zonas ajardinadas, nos dio la sensación de haber llegado a una autopista. En esta avenida se encuentra el Teatro Colón, toda una institución en la ciudad y que no tiene nada que envidiar a los grandes teatros europeos. Queríamos visitarlo por dentro, pero solo se podía ver en visitas guiadas y para la siguiente nos teníamos que esperar mucho tiempo. Por cierto, la entrada al teatro vale 180 pesos, en cambio en la Lonely Planet del 2013 pone que vale 20... Los precios de las guías quedan rápidamente desfasados en este país.
Avenida 9 de julio
Teatro Colón
Volvimos a coger un bus y fuimos hacia el barrio de Congreso, donde estaba nuestro alojamiento para acabar la visita a la ciudad. Dimos una vuelta por la Plaza del Congreso, con el gran Palacio del Congreso en el fondo, inspirado en la Casa Blanca de EEUU. La plaza tenía muchos jardines y memoriales barrocos, con lo que parecía que estuviéramos en cualquier país centroeuropeo.
Plaza de Congreso
Para comer habíamos quedado con Diego, un antiguo compañero de trabajo de Neus que regresó a su país. Como llegamos antes de la hora elegimos el restaurante Vittorio, situado en un ángulo de la misma plaza. Nosotros pedimos mini-bife de lomo (que para ser mini, tenía un tamaño respetable) y agnolottis de ricota y nueces (es una pasta parecida a los raviolis, pero de bordes cuadrados). Estaba bastante bueno y el precio nos pareció fenomenal, 279 pesos (25 €), incluyendo las bebidas y un postre. Durante el café, estuvimos charlando un rato con Diego sobre los parajes naturales que habíamos visitado y comentando la situación política del país.
Nuestro almuerzo
Regresamos a nuestro hotel a recoger nuestras mochilas e iniciar el viaje hacia el aeropuerto. Era todavía pronto, pero por el camino queríamos cambiar nuestros pesos argentinos, ya que teníamos miedo de no poderlo hacerlo en el aeropuerto (como nos pasó al llegar al principio del viaje). Nuestro plan era ir a una oficina de cambio de la calle Florida, aunque su cambio fuera peor que el de los cambistas callejeros. El día anterior habíamos localizado por internet unas pocas, así que (pensábamos) que sería algo fácil. Cogimos el metro hasta la estación de Florida, y mientras Neus esperaba en la estación con las mochilas, David fue a buscar las oficinas. Pero todo fue mas difícil de lo que nos esperábamos: todas estaban cerradas o ya no existían. David estuvo tentado de arriesgarse con los cambistas callejeros, pero en un momento de lucidez, recordó leer en algún sitio que las agencias de viajes a veces también cambiaban dinero. Decidió probar suerte en una bastante grande, ¡y la tuvo! Tenían una especie de cuartucho apartado para hacer esas transacciones (en teoría, ilegales). Habíamos decidido cambiar los pesos argentinos a dólares americanos, para tener algo de efectivo en nuestra escala en Nueva York. El cambio que le ofrecieron fue pésimo, 1 dólar por 14 pesos, pero tras media hora dando vueltas al pobre ni se le pasó por la cabeza no aceptar.
Una vez de nuevo en la estación de metro, reemprendimos nuestro viaje hasta Retiro, donde están los buses de Manuel Tienda León, el mejor sistema para ir en transporte público al aeropuerto de Ezeiza. Salen cada media hora y el billete nos costó 130 pesos por persona (aunque meses después, el precio que figura en su web es de 145).
Llegamos con poco tiempo al aeropuerto Ezeiza, y facturamos las mochilas sin problemas. Nuestro vuelo de American Airlines salió puntualmente a las 21:45, y enseguida nos sirvieron la cena. Ambos elegimos un plato de pasta sorprendentemente bueno para ser comida de avión. El resto del tiempo del vuelo nos lo pasamos durmiendo, o intentando dormir por las constantes turbulencias que hubo. Pero el viaje no se acaba aquí, nos esperaba una larga escala en Nueva York que aprovechamos para pasear un poco por la ciudad. ¡Pero eso ya lo contaremos en el siguiente post!

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