GRECIA 3: Delfos, Osios Loukas y Galaxidi

26 de marzo de 2016 El plato fuerte de aquel día era la visita a las ruinas del Oráculo de Delfos, uno de los yacimientos mas fascinantes de la Grecia clásica. Después fuimos a ver el monasterio de Osios Loukas, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y finalmente hicimos un paseo por Galaxidi, un pintoresco pueblo costero. Para el resto del día nos esperaba un largo trayecto en carretera hasta Olimpia, en el Peloponeso, donde haríamos noche. El Oráculo de Delfos fue un lugar de una gran importancia religiosa en la antigua Grecia. Sus orígenes se remontan al inicio de la civilización griega, pero hasta el siglo VI a.C. no adquirió su fama premonitoria en el mundo helénico.
26 de marzo de 2016
El plato fuerte de aquel día era la visita a las ruinas del Oráculo de Delfos, uno de los yacimientos mas fascinantes de la Grecia clásica. Después fuimos a ver el monasterio de Osios Loukas, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y finalmente hicimos un paseo por Galaxidi, un pintoresco pueblo costero. Para el resto del día nos esperaba un largo trayecto en carretera hasta Olimpia, en el Peloponeso, donde haríamos noche.
El Oráculo de Delfos fue un lugar de una gran importancia religiosa en la antigua Grecia. Sus orígenes se remontan al inicio de la civilización griega, pero hasta el siglo VI a.C. no adquirió su fama premonitoria en el mundo helénico. Gente de toda índole (desde agricultores hasta reyes) acudía aquí para consultar a las pitonisas del templo sobre sus decisiones, que podían ser a veces tan trascendentales como un futuro negocio o el devenir de una guerra. Las pitonisas entraban en trance para realizar sus predicciones, y eran lo suficientemente ambiguas como para tener un gran porcentaje de acierto y así de gozar de gran popularidad entre la sociedad griega. Como la leyenda decía que fue el mismo Apolo quien fundó el santuario, todas las ciudades-estado griegas erigieron pequeños templos en honor del dios dentro de Delfos, para así conseguir su favor en los pronósticos. Pero con el tiempo, la fama de las predicciones del Oráculo fue decreciendo, así como los fondos que los griegos destinaban al mantenimiento del santuario. Y el Oráculo fue cayendo en el olvido, siendo sus tesoros saqueados y sus piedras usadas como mero material de construcción.
Aquel día nos costó un poco levantarnos, el viaje desde Meteora del día anterior nos había dejado KO. Desayunamos el sencillo desayuno del Hotel Athina de Delfos y enseguida nos pusimos en marcha. El yacimiento de Delfos está tan cerca del pueblo que se puede ir caminando, pero como después teníamos que proseguir la ruta, fuimos en coche. A esa hora empezaba a llegar todo el mundo en autocares, coches, minibuses y cualquier otro sistema de transporte, y cuando acabamos la visita era todo un caos de vehículos. Compramos la entrada combinada del yacimiento + museo (9 €) y empezamos por el primero. Penetramos al recinto de Delfos por la Via Sacra, la que usaba precisamente la gente que subía a consultar al oráculo, haciendo una especie de procesión. A ambos lados de la calle empedrada se alzaban los “tesoros” de las diferentes ciudades-estado helénicas. De todo aquello apenas quedan unas ruinas, pero es bien visible el trazado de la calle. Había que ponerle imaginación, excepto en el Tesoro de los Atenienses, que se había reconstruido totalmente. Con lo que nos pudimos hacer una buena idea de lo que hubiera visto alguien que subiera hacia el oráculo: una calle rodeada por majestuosos templos y suntuosas esculturas (algunas se conservan en el museo como veríamos después).
Resto de uno de los tesoros de la Via Sacra
Trazado inferior de la Via Sacra
Tesoro de los Atenienses
Via Sacra, con el Tesoro de los Atenienses a la izq. y los contrafuertes del templo de Apolo a la dcha.
En un nivel superior encontramos el hogar del Oráculo de Delfos, el Templo de Apolo. Estaba aguantado por un gran muro de contención al que no le dimos mas importancia, hasta que nos acercamos causalmente y vimos que estaba totalmente cubierto de inscripciones en griego. Eran textos referentes a los esclavos, cuya libertad garantizaba Apolo (previo pago al oráculo, claro). Del templo en si poco quedaba, pero por las dimensiones de la planta y por las columnas que habían reconstruido debió ser magnifico. Aquel era el lugar donde las pitonisas hacían sus predicciones, imbuidas por el espíritu del dios. Las teorías dicen que éstas entraban en trance al respirar humo de hierbas aromáticas en combustión o de grietas del suelo por donde debían manar gases sulfurosos (la zona es activa geotermalmente). Sea como fuere, el destino de toda una civilización (y de gran parte del sustrato cultural de Europa) se gestó allí.
Incripciones en griego del muro del Templo de Apolo
Templo de Apolo
Templo de Apolo, donde se aprecia toda la planta del edificio
En el complejo de Delfos también hay otros edificios de menor importancia. Primero fuimos a ver su Teatro, donde se celebraban algunas fiestas religiosas. A nosotros nos interesaron mas las fantásticas vistas que había desde él del yacimiento, en especial del Templo de Apolo. Después subimos montaña arriba a ver el Estadio, en el que se celebraban unas competiciones similares a los Juegos Olímpicos. Nos sorprendió gratamente ver el gran número de gradas que aún se conservaban, ya que muchas veces en muchos estadios greco-romanos solo es posible ver el contorno de la pista (como en Olimpia).
Estadio de Delfos
Teatro de Delfos
Panorámica del teatro
Panorámica de la situación del yacimiento desde el Teatro
Tras algo menos de dos horas de visita por el yacimiento, nos dirigimos al Museo de Delfos. En él se conservan las piezas mas interesantes que se han encontrado en Delfos y que no se han dejado in situ para mejorar su conservación. Nos impresionaron mucho un par de recreaciones ilustradas de cómo debió ser el santuario en la antigüedad, con los templos y estatuas que debía tener. Precisamente las piezas mas importantes son algunas éstas, ya que por todo Delfos decoraban tesoros y coronaban grandes columnas. También había frisos y relieves de algunos de los templos que conformaban los tesoros. Nos sorprendió mucho el Onfalo, una gran piedra adornada con relieves, situada originalmente en el Templo de Apolo, y que según la mitología clásica, Zeus dejó en aquel lugar para señalar el centro del mundo.
Friso de uno de los tesoros
Esfinge que estaba situada en lo alto de una columna
Onfalo, y al fondo cariátides de uno de los santuarios
Ilustración con una recreación de cómo debió ser en Oráculo en la antigüedad
En una hora vimos lo mas relevante del museo, ¡pero no se habían acabado los puntos de interés en Delfos! Nos quedaba por ver el Santuario de Atenea Pronaia, situado a menos 1 km del yacimiento principal. Se trata de un conjunto de templos muy deteriorados construidos mas tarde que los del Oráculo y con un propósito desconocido. Pese a eso, se ha convertido en una de las imágenes mas distinguibles de Delfos, gracias a su tholos (templo circular con columnas) reconstruido con acierto. Del resto de construcciones apenas quedan los cimientos, pero no está mal acercase a dar un vistazo al tholos.
El tholos del Santuario de Atenea Pronaia
Le dedicamos unas tres horas al Oráculo de Delfos y en general nos gustó mucho. Sin embargo, hay que saber a lo que se viene, pues en muchos casos lo que queda de los antiguos templos es mas bien poco. Pero entre ese poco, algunas reconstrucciones repartidas por el yacimiento y la explicación de un buen libro-guía, se puede disfrutar mucho de la visita a uno de los lugares mas fascinantes de la antigua Grecia. Además, la visita al museo complementa perfectamente la del yacimiento, siendo casi indispensable. Nos atreveríamos a decir que Delfos es una visita imprescindible para los fans de la arqueología.
Nos subimos nuevamente al coche y ya en ruta atravesamos el pintoresco pueblo de piedra de Arachova, muy popular entre la gente que va a esquiar al monte Parnaso. Las calles estaban hasta los topes de gente y de coches, quitándole un poco de encanto al pueblo; seguramente todavía estaban abiertas las pistas de esquí. Así que en vez de parar continuamos hasta nuestro siguiente objetivo, el monasterio de Osios Loukas (entrada: 3 €). Su iglesia de San Lucas es uno de los mejores ejemplos de arte bizantino en Grecia, por lo que fue inscrita en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Pese a estar relativamente cerca de Delfos, no nos encontramos sus enormes grupos de turistas. Mejor, porque un monasterio de este estilo se disfruta mejor cuando se puede contemplar con toda la calma. Los otros edificios del monasterio tenían poco interés al lado de su magnífica iglesia, construida en el siglo XI y con forma de cruz griega. Pese a no contar con una fachada muy recargada, estaba llena de pequeños detalles muy interesantes (pequeños arcos, relieves...) que nos fascinaron. Pero donde quedamos realmente sorprendidos fue en el nártex (antes de entrar a la iglesia propiamente dicha), cuyo techo estaba adornado con mosaicos dorados. El interior nos pareció sobrio a primera vista, incluso algo desnudo, pero aquí y allá se nos fueron descubriendo mas mosaicos e incluso algunos frescos. Hemos de decir que no hemos visto muchas iglesias ortodoxas de este estilo, y por eso esta nos gustó. Además éramos los únicos turistas, ya que los otros visitantes eran griegos que venían a presentar sus respetos al santo; nos sorprendió mucho su devoción ya que en su mayoría era gente joven. Al salir dimos una vuelta por el monasterio, aunque había muy poco visitable. En la parte trasera de la iglesia había unos pocos edificios cuya construcción imitaba bellamente el patrón de piedra y ladrillo de la propia iglesia. Estaban en un estado muy ruinoso, y eso era precisamente lo que les daba un aire atemporal. En el antiguo refectorio hay un museo con algunas piezas exhibidas con un poco de desorden, pero que no estuvo mal de ver.
Entrada al monasterio de Osios Loukas
Fachada de la iglesia de San Lucas
Detalle de los contrafuertes de la iglesia
Mosaicos del nártex
Interior de la iglesia
Frescos
Parte posterior de la iglesia de San Lucas
A partir de aquel punto teníamos que iniciar la ruta que nos llevaría a la península del Peloponeso. Decidimos hacer caso al GPS y no deshacer el camino hasta Delfos y coger en cambio unas carreteras secundarias hacia Desfina. No solo nos ahorramos un montón de curvas, sino que tuvimos durante la bajada hacia el mar unas vistas fantásticas del Peloponeso. Como íbamos bien de tiempo, decidimos hacer una parada corta en Galaxidi, que las guías vendían como el típico pueblo griego de pescadores. Fuimos hasta la zona del puerto, donde había un montón de plazas de aparcamiento gratuitas. Al ser sábado, el pueblo estaba lleno de gente paseando y almorzando en sus muchos restaurantes de pescado y marisco. Al dejar atrás la zona mas turística de restaurantes, Galaxidi nos resultó encantador por sus casas bajas pintadas de colores, testimonio de un estilo de vida a otro ritmo. El interior del pueblo era igualmente bonito, y mucho mas tranquilo, repleto de callejas donde no pasa el tiempo e impregnado un ambiente rural auténtico. Solo estuvimos una hora en aquel pueblo, pero lo que vimos nos gustó mucho, es una parada muy recomendable. De camino al coche compramos en una pequeña pastelería unos cuantos dulces para llenar el estómago (no queríamos perder tiempo en un restaurante); buenos pero un poco empalagosos (4 €).
Casas marineras de Galaxidi
Casas del paseo marítimo
Interior del pueblo
Callejuela de Galaxidi
Galaxidi. A la izq., la pastelería donde compramos los dulces
Volvimos al coche y a la carretera para continuar nuestra ruta hacia el Peloponeso. Muchos viajeros hacen parada en Nafpaktos, mas conocida como Lepanto, en cuyas aguas se libró la famosa batalla, pero íbamos un poco apurados y al final no paramos. Atravesamos el golfo de Corinto por su moderno puente, una mole de casi 3 km de longitud. Algo tan moderno y tan práctico no podía salir gratis: pasar con un coche cuesta 13,20 €. Todavía existen los antiguos ferrys que unen Rio (en el Peloponeso) con Antirrio (en el “continente”), para quien quiera ahorrar unos euros y vaya bien de tiempo. Del resto de la ruta no hubo nada destacable, solo nos sorprendió lo grande que era Patras, la primera ciudad del Peloponeso, tardamos lo suyo en flanquearla por la autovía.
Tres horas después de salir de Galaxidi llegamos a Olimpia, donde íbamos a hacer noche, a la espera de visitar su famoso yacimiento al día siguiente. Nuestro alojamiento fue la Pension Poseidon, un pequeño establecimiento familiar muy bien situado. La habitación era grande y bastante básica, con un aire muy decadente. La calefacción no funcionaba y empezaba a hacer frío y el wifi tampoco acababa de ir bien. El desayuno estaba incluido, compuesto de huevo duro, un bizcocho, pan y cosas untables (mantequilla, mermelada y miel), todo en raciones bastante espartanas (nunca mejor dicho). Por todo ello nos pareció un atraco el precio de la habitación, 45 €, ya que por ese dinero habíamos tenido alojamientos mucho mejores en otros lugares de Grecia. Así que no encontramos ninguna razón para recomendarlo.
Nuestra habitación en la Pension Poseidon
Después de asearnos un poco enseguida salimos a cenar para que no se nos hiciera tarde, aunque los griegos son parecidos a los españoles en cuanto a lo tarde que son sus comidas y cenas, y mas en fin de semana. No había mucha oferta de restaurantes, así que al final acabamos en uno de comida rápida. Pero eso no quiso decir que cenáramos mal, todo lo contrario, seguramente debe ser uno de los restaurantes donde mejor cenamos de todo nuestro viaje, así que lo recomendamos fervientemente a cualquiera que se deje caer por Olimpia. ¡Pero empecemos por el principio! En sitio se llama Restaurant Poligefston (Πολύγευστον), y su cartel solo en griego era una buena señal (no es un sitio orientado al turista). De hecho, parecía que todo el pueblo estaba cenando allí, éramos los únicos turistas. De primero pedimos ensalada griega, aderezada con un buen queso feta. Pero lo bueno fueron los segundos: una parrillada mixta y costillas de cordero, con un sabor a buena carne a la brasa increíble. Junto con unas cervezas Alfa, la cena nos salió por 24,50 €, un chollo. ¡No nos cansaremos de recomendarlo!
Nuestra fantástica cena en el Restaurant Poligefston

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