SRI LANKA 15: Sigiriya y safari en Kaudulla

3 de enero de 2017 Aquel día visitamos uno de los enclaves arqueológicos mas impresionantes del país, la fortaleza de Sigiriya. Al mediodía nos dirigimos a Kaudulla para hacer un safari, en el que vimos sobre todo elefantes salvajes. Hacia la tarde nos trasladamos hacia Polonnaruwa, cuyo yacimiento arqueológico visitaríamos al día siguiente. Aquella mañana el propietario de la guesthouse de Sigiriya nos había preparado un desayuno típico ceilandés la mar de completo. A parte de huevos fritos o hoppers, había una gran cantidad de cosas que de forma visual no sabíamos lo que eran, normalmente con sabores muy diferentes a lo que nos esperaríamos por su aspecto.
3 de enero de 2017
Aquel día visitamos uno de los enclaves arqueológicos mas impresionantes del país, la fortaleza de Sigiriya. Al mediodía nos dirigimos a Kaudulla para hacer un safari, en el que vimos sobre todo elefantes salvajes. Hacia la tarde nos trasladamos hacia Polonnaruwa, cuyo yacimiento arqueológico visitaríamos al día siguiente.
Aquella mañana el propietario de la guesthouse de Sigiriya nos había preparado un desayuno típico ceilandés la mar de completo. A parte de huevos fritos o hoppers, había una gran cantidad de cosas que de forma visual no sabíamos lo que eran, normalmente con sabores muy diferentes a lo que nos esperaríamos por su aspecto. Pero aun así, dimos cuenta de casi todo ello. A las 9 se presentó puntual nuestro conductor Batia, con el que habíamos empezado la ruta el día anterior. Enseguida pusimos rumbo hacia las ruinas de Sigiriya. Pese estar a pocos kilómetros de allí, Batia se perdió y le costó encontrar el camino correcto donde estaba la entrada. Al llegar y antes de bajar del coche le comunicamos que íbamos hacer un pequeño cambio en el planning (que le habíamos dado el primer día): después de las ruinas iríamos a hacer el safari en Kaudulla, en vez de Minneriya. Batia estalló en cólera y de malas maneras se negó a ir, a no ser que le diéramos mas dinero. Hay que tener en cuenta que Kaudulla está mas lejos, y seguramente Sangeeth (su jefe y con quien habíamos contratado el servicio) se llevaría una comisión fija, así que cuantos menos kilómetros hiciéramos, mejor para él. Pero el caso es que Sangeeth no nos dijo que hubiera alguna restricción de kilómetros, él nos tenía que llevar a donde quisiéramos. Batia se aferraba al planning, blandiéndolo como si fuera una escritura sagrada. Pero el caso es que ese planning lo habíamos escrito nosotros y además el propio Batia no lo conocía hasta el día anterior. Ante su negativa, le dijimos que llamara a Sangeeth, el cual obviamente nos dio la razón. Esta fue una de las varias experiencias negativas que tuvimos con este conductor, como explicamos el día anterior.
Nuestro desayuno típico ceilandés
Las ruinas de Sigiriya están envueltas de un aura misteriosa, y a día de hoy no se conoce con seguridad su origen ni su historia. Se piensa que su origen se remonta al siglo V, en el que Kassapa se convirtió en rey al matar a su propio padre. Temeroso de las represalias de su legítimo heredero, que había huido al sur de la India, el rey Kassapa decidió buscar un lugar apropiado para construir una fortaleza donde sentirse seguro, y lo encontró en la cumbre de la enorme roca de Sigiriya. Otras teorías sin embargo sostienen que fue una especie de monasterio, sin ningún uso militar. Sea como fuere, el lugar fue abandonado y olvidado, hasta que a finales del siglo XIX un arqueólogo británico reencontró las ruinas en lo alto de la roca. Su buen estado de conservación y su singularidad les valió el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Para entrar a Sigiriya hay que pagar una de las entradas mas caras de todo el país, 4350 rupias por persona, ¡mas de 27 €! (para mas inri, los locales solo pagan 50 rupias). Empezamos por los llamados Jardines Acuáticos, una antigua zona de jardines y fuentes que se extiende a los pies de la espectacular roca de Sigiriya. Después nos internamos por los Jardines de Piedra, que no eran propiamente jardines sino enormes depósitos de rocas situados en el piedemonte de Sigiriya. Los caminos serpenteaban entre las enormes rocas, a veces pasando bajo espectaculares arcos de piedra. En algunos sitios la roca creaba pequeñas cuevas que habían sido aprovechadas para hacer capillas u otras dependencias. Esta zona nos resultó impresionante por lo grandes que eran las rocas y cómo los constructores las habían aprovechado.
Jardines Acuáticos, con la enorme roca de Sigiriya al fondo
Jardín de Piedras
Paso entre rocas
A continuación el camino empezaba a encaramarse a la gran roca de Sigiriya mediante estrechas pasarelas metálicas directamente ancladas en la roca. ¡No aptas para quien sufra de vértigo! Una escalera de caracol subía hasta una galería que encerraba uno de las mas fantásticas maravillas de Sigiriya, sus frescos. Son unas enigmáticas pinturas de mujeres desnudas de cintura para arriba. No se sabe si son representaciones de concubinas del rey Kassapa o deidades budistas. Sin duda eran impresionantes, y estaban conservadas fantásticamente bien. Para los que estén pensando en visitar este lugar, hay que tener en cuenta que está estrictamente prohibido hacer fotos de los frescos. Lo decimos porque al llegar vimos una joven turista occidental llorando, parecía que la habían detenido por hacer fotos, y un empleado le recomendaba que llamara a su embajada. La foto que veréis mas abajo es de unas reproducciones que se exhiben en el Museo de Sigiriya.
A la izq, escaleras que llevan a los frescos. A la dcha., reproducciones de los frescos del Museo de Sigiriya
Frescos de Sigiriya (reproducción del Museo)
Luego llegamos a una especie de plataforma plana a medio camino de la cima, donde están las llamadas Zarpas del León. Antiguamente había la cabeza de un león, de cuya boca salía el sendero que conducía a la cumbre. Pero hoy en día solo quedan las zarpas, que son igualmente impresionantes por su tamaño. El camino que lleva a la cima es aún mas vertiginoso que el anterior: se sube por una estrecha plataforma metálica clavada en la roca, que se hace muy pequeña por el gran tránsito de turistas que había. Neus decidió no subir, ella y su vértigo lo habían pasado mal con las escaleras a los frescos y estas se antojaban peores. La subida es corta pero agotadora. Arriba David encontró las extensas ruinas del palacio (o monasterio) de Sigiriya, ya que la cima de la roca es plana. Tan solo se conservan los cimientos de las dependencias, pero enseguida se hizo a la idea de lo grandioso que tuvo que ser el lugar durante su momento de esplendor. Oyendo las explicaciones de un guía vio el que parecía ser el trono del rey, una especie de asiento tallado en la roca. A parte de lo impresionantes que eran las ruinas, las vistas desde allí arriba eran magníficas, con una gran vista de toda la región, incluyendo la roca de Pidurangala, donde habíamos subido el día anterior.
Zarpas del León y escaleras que llevan a la cima de Sigiriya
Junto a las Zarpas del León
Palacio de Sigiriya, con la vista hacia Pidurangala arriba a la izq.
Ruinas del palacio
Vista desde Sigiriya
Al final estuvimos unas 3 horas visitando las ruinas de Sigiriya y la verdad es que nos encantó. Es un lugar único tanto en Sri Lanka como en el resto del mundo. Y aunque las ruinas en si no son muy impresionantes, lo compensa la belleza agreste de las rocas. Antes de irnos pasamos a dar un vistazo al Museo de Sigiriya. Hay que tener en cuenta que el museo está situado junto la entrada (lado W), y que la salida se hace por un sitio diferente (lado S). Así que si se visita lo último, después habrá que caminar hacia la salida (nosotros lo hicimos en tuktuk). Lo hicimos así porque desde el punto de vista didáctico es mejor, aunque logísticamente sea mas engorroso. Además, la estrella del museo son las reproducciones de los frescos, y siempre es mejor ver primero el original para no chafar la sorpresa.
Fortaleza de Sigiriya
Nuestra siguiente parada iba a ser en el Parque Nacional de Kaudulla, para hacer por la tarde un mini safari para ver elefantes. El parque mas popular de la zona es Minneriya, pero días atrás habíamos hablado con unos españoles que nos habían dicho que los elefantes habían migrado hacia Kaudulla. Al llegar a la entrada del parque se acercaron los propietarios de algunos jeeps que hacían los tours para ver elefantes. Parecía que allí todo el mundo llegaba con el jeep ya reservado, así que los conductores de la entrada no nos lo pusieron fácil en la negociación sobre el precio del tour. Eran pocos y tenían la sartén por el mango. Nuestro conductor, Batia, tampoco nos ayudó a rebajar el precio; habló con los conductores pero solo para asegurarse su comisión (por no hacer nada). Habíamos leído las experiencias de otros viajeros en los que sus conductores les habían ayudado a conseguir un mejor precio… Al final el jeep privado nos costó 6000 rupias (unos 37 €), a lo que hay que sumar las 5100 rupias de las entradas (otros 31 €).
Iniciamos el tour por una zona de bosque cerrado en la que apenas había animales. Aunque el jeep iba tan rápido que difícilmente los hubiéramos visto… Todos los jeeps se afanaban en llegar a una zona de pastos y de lagos que había en el centro del parque, donde sería mas fácil ver animales. ¡Y vaya si los vimos! Nada mas llegar vimos una manada de una veintena de elefantes paciendo tranquilamente. Había varias mamás elefantes con sus crías, algo crecidas ya. Ver como comían era algo hipnótico, no podías dejar de mirar. Sin dudas, ver animales en plena libertad es algo mágico, nada que ver comparado con un documental o un zoo.
Diversos jeeps admirando los elefantes
Grupo de elefantes
Elefantes de Kaudulla
Grupo cercano a nuestra posición
Elefantes acompañados de garzas
Lo mejor vino después. Un poco mas adelante interceptamos otro grupo de elefantes, esta vez mas pequeño. Lo bueno es que uno de los elefantes mas grandes del grupo se alejó de ellos y se fue acercando cada vez mas a nuestra posición. Al final lo tuvimos a menos de 10 m de nosotros, pudiendo incluso oír su respiración. Al principio el elefante nos miró con un poco de curiosidad, pero después continuó a lo suyo, a comer hierba. Esa imagen se nos quedará grabada para siempre.
Elefante comiendo hierba
Elefante mientras nos observaba
En el camino de vuelta atravesamos alguna zona de vegetación abierta en la que pudimos ver algunos animales mas, como cocodrilos. Pero normalmente estaban lejos y costaban de ver (en otros safaris de Sri Lanka nos proporcionaron prismáticos, pero en aquel no). Al final acabamos el tour en dos horas, aunque el conductor del jeep nos había dicho que duraría 3. Nos quejamos de ello, pero el conductor ya tenía en su bolsillo el dinero, así que poco había que hacer. La visita a Kaudulla nos gustó por la gran cantidad de elefantes que vimos. Pero en otros parques como Uda Walawe y Yala vimos mas variedad de animales.
Nos pusimos en marcha otra vez con el coche para ir a Polonnaruwa, ciudad famosa por sus ruinas que visitaríamos al día siguiente. Nuestro alojamiento era Man Guesthouse, una gran casa que ofrecía unas grandes habitaciones y unas buenas instalaciones. La habitación estaba claramente por encima de la media del país en cuanto a su calidad y limpieza, con un gran baño reformado hacía poco. El desayuno estaba incluido y era algo sencillo, huevos fritos, tostadas, mantequilla y fruta. Pero no se puede pedir mucho mas por 17 USD la noche, un super precio teniendo en cuenta lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación
Como la guesthouse tenía servicio de restaurante, decidimos quedarnos allí para cenar, estábamos cansados de tanto ajetreo. Pedimos kottu y fideos, los dos con pollo y verduras, bastante buenos ambos. El único problema es que nos los sirvieron en cantidades industriales, así que nos costó lo suyo acabarnos nuestros platos. La cena nos costó 1760 rupias (11 €), junto con un agua y una cerveza. Nos acostamos pronto, el día siguiente nos esperaban las fantásticas ruinas de Polonnaruwa, una de las mejores ciudades antiguas del país.
Nuestra cena en el restaurante de la guesthouse

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